Tarde de sábado en el Palacio de los Deportes en Madrid, lleno hasta la bandera y atronadora música por la megafonía solapada por el rugido de las potentes motos que «pululan» por la pista central en el calentamiento previo a las carreras. Los pilotos manejan potentes máquinas, la tecnología mas puntera, yo estoy en un 72 con un remoto eléctrico de foco, del año catapún que necesitaría la prueba del Carbono 14 para estimar su edad.
El remoto del foco que me acompaña esta tarde es un viejo conocido y demasiado cabrón como para olvidarle. Me ha acompañado en «mogollón» de ocasiones, como en aquél concierto de una noche de verano al sur y en aquella lluviosa tarde de invierno al norte. Es de los que pesan y está lleno de muescas, como prueba de su longeva trayectoria audiovisual y a modo de advertencia para el desafortunado cámara pero su rasgo más «personal» y motivo por el cual su fama abarca más que la de cualquiera de los artistas que ha podido retransmitir, es que es de esos que no tienen dos opciones de recorrido para enfocar y como era de esperar, solo lo hace en el sentido contrario que nos gusta al 99% de los cámaras.
Estamos a quince minutos del directo y como ya nos conocemos, vuelvo a hacerle la prueba del algodón una vez más; Tiro de zoom, encuadro algo y enfoco; Hace el típico retardo y enfoca y al segundo el solo vuelve a desenfocar a lo bestia, vuelve a enfocar pero no al punto exacto, se va un poco más lejos, no mucho pero lo suficiente para dejar el foco raspado; «Esto es nuevo, nunca me lo había hecho…» Con la mosca tras la oreja, vuelvo a repetir la operación pero esta vez no pasa nada anormal, lo cual hace que mis peores sospechas se cumplan; «El cabrón lo hace cuando quiere… Esto va a ser algún contacto del interior«.
En una ocasión normal me hubiera bastado con pulsar el botón del intercom y decir; «Hola móvil» para avisar al jefe técnico (al cual y por motivos de anonimato, le llamaremos Ildefonso) pero aquella tarde de sábado se daba otra pequeña incidencia en mi cámara; El micrófono del intercom no funcionaba.
Los auxiliares están ya en sus puestos, es decir, en la otra punta de donde estoy, junto al autónoma que creo recordar era mi tocayo. La opción más cercana es otro cámara que está a mi altura pero en la esquina contraria a la mia y comienzo a gritar su nombre para que él avise del problema. A mi alrededor la música atronaba, el speaker se venía arriba con el micro, el público gritaba y para más colmo, los motoristas hacían rugir cada vez más fuerte sus motos. Afortunadamente uno de los chavales de la organización con chaleco amarillo que estaba entre la pista y mi practicable se percata y se acerca hasta mi; «Por favor, ¿puedes decirle a aquél compañero mio, que le diga a Ildefonso que tengo problemas con el remoto del foco?»… El chaval alza la mirada al techo del pabellón y dice en voz alta para si mismo; «Que-le-diga-a-Ildefonso-que-tengo-problemas-con-el-remoto-del-foco…» y se jugó el pellejo entre los moteros y las montañas de arena que había sobre la pista para la ocasión.
Ahora el problema es el tiempo; El chaval primero tendrá que llevar mi mensaje al compañero, este avisar a la móvil y desde allí Ildefonso tiene que salir a la calle, dar unos pasos y entrar al pabellón por una puerta lateral, bajar unas escaleras, atravesar otra puerta interior, dar unos pasos y girar a la derecha hasta un ascensor. LLamar al ascensor y bajar varias plantas, atravesar un almacén, salir a pie de pista, atravesarla de punta a punta en un decorado como la M30 en obras, sortear las vallas de protección de la pista y subir a mi practicable. Calculé unos siete minutos y estábamos a once del directo cuando vi que el simpático chaval de la organización había llegado sano y salvo hasta el practicable de Nacho.
Minutos después llega Ildefonso acompañado de un desconocido gregario y armado con una Leatherman, -herramienta única en el mundo audiovisual, ¿acaso un jefe técnico necesita algo más…?- sube al pseudoprácticable en el que estoy y le cuento la película del problema y me pregunta; ¿No será el retardo?- «No, no es el retardo, lo hace un par de segundos después de ajustar, mira». Ambos nos quedamos mirando fijamente el viewfinder y la cámara enfoca sin problemas. «Pues yo no veo nada de lo que me dices»… «Bueno, es que no lo hace siempre, verás, prueba otra vez»… Y otra y otra y otra… Nada que al final la ley de Murphy se cumple y delante del técnico, el puto remoto no da problemas y me deja como un gilipollas… Al final se marchó cuando entramos en directo convencido que yo estaba alucinando.
Creo que no es necesario escribir que durante todas las carreras lo hizo más de una vez pero allí estaba el freelance errante, así que al final no hubo que lamentar ningún marrón. Después de tantos años de lucha ya nos conocemos bien y de momento las muescas en el remoto no son profesionales fulminados por culpa suya, sino muestras de los bolos vividos que deben ser miles.
Al jubilado de la española que realizó el indoor, no le he vuelto a ver y me cuentan que definitivamente ya ha colgado las botas pero al famoso remoto si. Hace unas semanas lo esquive en un baloncesto en el Pabellón de Vista Alegre y lo que te rondaré morena aunque soy consciente que es inevitable escapar de él. Tarde ó temprano volverá a aparecer y tal vez sea en un día de esos que trabajas por primera vez con un realizador que no te conoce y allí estará; Impasible al tiempo con sus muescas, con su recorrido a la inversa, sin opción al plan renove y como un nido de duendes dispuestos a desafiar a la ciencia.
Con mis mejores saludos!!!